Mientras muchos millones de seres humanos festejan Halloween, Thanksgiving, Navidad, Fin de Año, Año Nuevo, fechas que ya no se ubican en una sola región del planeta sino que se ha extendido sea cual sea la religión o política, otros siguen enloquecidos provocando el mal.
Tal es el caso del ataque suicida en una concurrida estación de tren en la ciudad de Quetta, ubicada en la conflictiva provincia de Baluchistán, Pakistán, que dejó un saldo de al menos 26 muertos e hiriendo a unas 62.
La explosión ocurrió en la oficina de reservas de la estación, donde había un gran número de personas reunidas. El estallido generó pánico entre los presentes y causó daños considerables en las instalaciones.
Según el superintendente superior de operaciones de la policía de Quetta, Muhammad Baloch, el ataque tuvo lugar justo cuando un tren expreso hacia Peshawar estaba a punto de salir: "el impacto de la explosión fue devastador y dejó a muchos pasajeros heridos y desorientados en el lugar".
Hamza Shafqaat, comisionado de la ciudad, confirmó posteriormente que se trató de un atentado suicida: "el atacante entró en la estación con un equipaje que ocultaba explosivos; miembros de las fuerzas de seguridad se encontraban entre las víctimas mortales del atentado, al parecer habían varios soldados del ejército paquistaní que regresaban de un curso de entrenamiento y estaban en la estación al momento del ataque".
La provincia de Baluchistán ha sido un escenario constante de violencia, especialmente en las ciudades fronterizas con Afganistán. Junto a Khyber Pakhtunkhwa, esta región ha experimentado un aumento en la frecuencia de los ataques en los últimos años. El movimiento BLA reivindicó el atentado.
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