La primera secretaria del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Santiago de Cuba, Beatriz Johnson Urrutia, presentó un balance del trabajo desarrollado en la provincia durante 2025 con un discurso cargado de optimismo y cifras positivas. Sin embargo, basta con preguntar a cualquier santiaguero que sobreviva entre apagones, escasez y salarios de miseria para cuestionar seriamente ese relato oficial.
Según la dirigente, la economía provincial cerró el año con un crecimiento del 3,7 % en las ventas totales y un incremento del 16,6 % en las exportaciones, logros que atribuyó a una gestión “rigurosa” y a esfuerzos por diversificar mercados, pese a las dificultades del llamado bloqueo y a fenómenos climáticos que afectaron el oriente del país. En el papel, los números suenan alentadores; en la vida real, resultan ajenos a la mayoría de la población.
La pregunta es inevitable: ¿dónde se reflejan esos avances? En Santiago de Cuba, una de las provincias más empobrecidas del país, la gente sigue haciendo colas interminables para conseguir alimentos básicos, el transporte público es prácticamente inexistente, el agua llega de manera irregular y los apagones forman parte de la rutina diaria. Para el ciudadano común, esos porcentajes no se traducen en mejor calidad de vida ni en alivio económico.
Johnson Urrutia también habló de progresos en la bancarización y los pagos electrónicos, una narrativa recurrente del oficialismo. Sin embargo, en una provincia donde muchos no tienen acceso estable a internet, donde los cajeros automáticos pasan semanas sin efectivo y donde los comercios carecen de productos, estos “avances” resultan poco más que una imposición que complica aún más la supervivencia cotidiana.
En materia de inversiones, la dirigente mencionó esfuerzos en producción de alimentos, abasto de agua y generación eléctrica, reconociendo que persisten “desafíos importantes”. La realidad es que esos desafíos llevan años siendo estructurales. La producción agrícola no despega, el agua sigue siendo un problema crónico en numerosos barrios y la electricidad continúa fallando sin que se vislumbre una solución sostenible.
Otro punto reiterado fue la llamada transformación de los barrios, presentada como una prioridad política. No obstante, para miles de santiagueros esa transformación se limita a promesas, visitas oficiales y algún que otro parche temporal. Muchos barrios siguen sumidos en el abandono, con viviendas en mal estado, calles destruidas y servicios básicos deficientes.
De cara a 2026, las autoridades repiten un libreto conocido: más producción de alimentos, seguridad energética, exportaciones, viviendas y formación de profesionales. Son objetivos que se anuncian cada año, pero que rara vez se concretan en mejoras tangibles para la población.
El balance oficial insiste en la “resiliencia” y la “unidad” del pueblo santiaguero. Pero esa resiliencia no es un logro del sistema, sino una respuesta forzada a la miseria. Mientras el discurso triunfalista se repite en salones y reuniones partidistas, Santiago de Cuba sigue siendo un territorio donde sobrevivir es el verdadero desafío.
Fuente: ACN
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