En medio de una crisis alimentaria que sigue golpeando a los hogares cubanos, las mipymes privadas que importan alimentos y artículos de aseo se han convertido en una vía alternativa para conseguir productos que escasean en el comercio estatal. Sin embargo, el acceso a esa “solución” viene condicionado por un obstáculo decisivo: los precios, que para la mayoría resultan prohibitivos en un país donde el salario no alcanza.
Con un salario mínimo mensual de 2.100 pesos cubanos (CUP) —equivalente a unos pocos dólares— y un salario promedio cercano a los 6.000 CUP, comprar en estas pequeñas empresas se vuelve un lujo para amplios sectores. Un ejemplo que circula desde una mipyme habanera muestra que, con 100 dólares (41.000 CUP según el tipo de cambio oficial), se puede adquirir un listado variado de alimentos y productos de higiene. En la práctica, esa cifra revela más una barrera que una oportunidad: 100 dólares siguen estando fuera del alcance de la mayoría y, aun así, no garantizan cubrir necesidades básicas de una familia.
Entre los productos ofertados aparecen artículos como atún (10 USD), pechuga de pollo (6,75 USD), vinagre de vino (5 USD), gel de ducha (4,75 USD) y Nutella (11,25 USD), además de otros de menor costo como detergente (3 USD) o jabón de lavar (0,75 USD). El contraste se vuelve más evidente al llevarlo al bolsillo: solo una lata de atún, a 10 dólares, equivale aproximadamente a 4.100 CUP, una cifra cercana a una parte significativa del salario promedio mensual. La pechuga de pollo, por su parte, ronda los 2.800 CUP, otro golpe considerable para cualquier presupuesto doméstico.
Aun comprando con “prioridades”, el total de una canasta básica termina quedando corto. Para completar alimentos esenciales —arroz, leche, aceite— y mantener higiene mínima, muchas familias deben escoger qué sacrificar: proteína, limpieza, o ambos.
En la calle, la inconformidad es constante. “Con lo que gano, ni de cerca puedo comprar todos estos productos. ¿Cómo voy a pagar 10 dólares por un atún si mi salario apenas me alcanza para lo básico?”, lamenta Carmen Rodríguez, en La Habana. Luis Fernández resume otra arista: “El problema es que no hay más opciones. Las Mipymes tienen precios de lujo y no tenemos un salario que nos permita cubrir ni siquiera lo esencial. Me siento atrapado”.
Pero no todos rechazan el fenómeno. Para algunos, las mipymes siguen siendo la única manera real de encontrar mercancía. “Es cierto que los precios son altos, pero las tiendas estatales están vacías. Si quiero algo de calidad, tengo que acudir a una Mipyme”, comenta María Pérez. Y Rafael Díaz añade una comparación política y económica: “Es un mal necesario… prefiero dárselo a una mipyme que comprar en las tiendas en dólares del gobierno”.
Entre el desabastecimiento estatal y los precios del mercado importado, la ecuación termina siendo la misma para muchos: productos hay, pero para una parte del país siguen siendo inalcanzables.
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