En un país sumido en el colapso económico, la decisión de otorgar receso laboral los días 3 y 4 de enero, con pago de salario, genera críticas y preguntas sobre las prioridades del gobierno cubano. Este decreto, aprobado por la Asamblea Nacional del Poder Popular, se suma a los días festivos ya establecidos por ley el 1 y 2 de enero, extendiendo un periodo de inactividad laboral con efectos económicos y sociales que no pasan desapercibidos.
La medida, que implica el pago de salarios sin respaldo productivo, inevitablemente contribuye al aumento de la inflación, un problema ya desbordado en la economía cubana. Con una moneda devaluada y precios disparados, esta decisión solo agrava la brecha entre los ingresos nominales y el poder adquisitivo real de los trabajadores. Aunque presentada como un beneficio, parece más una estrategia para mantener a los trabajadores relativamente conformes, sin abordar las causas de la crisis que afecta a millones.
Además, cabe preguntarse qué pueden hacer realmente los ciudadanos con estos días libres. Las dificultades para disfrutar del tiempo de descanso son enormes: el transporte público es insuficiente y caótico, la escasez de alimentos hace que las reuniones familiares sean casi imposibles de planificar, y las opciones de entretenimiento son prácticamente inexistentes para la mayoría de los cubanos. En lugar de un respiro, estos días festivos pueden convertirse en una extensión de la angustia cotidiana.
La crisis del transporte, agravada por la falta de combustible y el deterioro de la infraestructura, imposibilita que muchas personas puedan desplazarse para visitar a familiares o amigos. Por otro lado, el desabastecimiento de alimentos y productos básicos limita cualquier intento de celebración, dejando a los trabajadores atrapados en una rutina de carencias que ningún feriado puede aliviar.
Mientras tanto, el impacto económico de esta decisión es preocupante. Con empresas ya debilitadas por la falta de insumos y recursos, el pago de salarios por días no laborables representa una carga adicional que amenaza con desestabilizar aún más el frágil sistema económico del país.
Lejos de ser una solución para los problemas de los trabajadores, esta medida parece ser una distracción frente a una crisis que el gobierno no ha logrado manejar. En lugar de abordar las causas profundas del colapso económico, como la falta de producción, el descontrol inflacionario y las restricciones al sector privado, se opta por paliativos simbólicos que ofrecen poco alivio real.
En definitiva, estos días festivos adicionales pueden tener un costo más alto que el aparente "beneficio" de un receso laboral. En un contexto de carencias y descontento creciente, el gesto corre el riesgo de ser percibido como una maniobra populista, desconectada de las necesidades urgentes de la población cubana.
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