En las últimas horas, el debate público en Cuba volvió a encenderse tras los comentarios del humorista Ulises Toirac, quien, desde su habitual tono crítico pero certero, expuso nuevamente las incongruencias que rodean el nuevo plan económico anunciado por el Banco Central de Cuba (BCC).
La propia ministra presidenta, Juana Lilia Delgado Portal, había afirmado que “el propósito no es sustituir una distorsión por otra”, pero muchos ciudadanos sienten que eso es exactamente lo que está ocurriendo. Toirac, sin rodeos, puso el dedo en la llaga.
Su reflexión comenzó por donde, según él, debería comenzar cualquier análisis serio: la industria electroenergética. Señaló que sin electricidad estable ninguna economía puede levantarse, porque todas las demás áreas dependen de ella. Argumentó que la infraestructura actual está tan deteriorada que requerirá “dos lustros, mínimo”, para volverse mínimamente funcional. Hablar de reactivación económica sin resolver primero ese pilar —dice— es construir castillos en el aire.
Pero lo más polémico vino después. La burla abierta al anuncio de que el Banco Central publicará tasas cambiarias oficiales “más pegadas a la realidad”. Para Toirac, será “gracioso” ver al propio BCC tener que mirar cada mañana a elToque —medio criticado durante meses por divulgar tasas no oficiales— para guiarse en la fijación de sus valores. La ironía es evidente: quienes acusaron a otros de manipular datos ahora parecen depender de ellos.
Y la pregunta final, cargada de sarcasmo: “¿Por fin quién trabaja para la CIA?”. Una frase que sintetiza el absurdo del discurso oficial cuando las cifras reales terminan imponiéndose opinen lo que opinen los voceros gubernamentales.
Otros usuarios apoyaron la postura de Toirac, destacando que más allá del humor, ofrece análisis que muchos economistas no se atreven a decir. Señalan que la credibilidad institucional se desvanece cuando las decisiones parecen improvisadas y la información fiable proviene de terceros.
El contraste entre las declaraciones del gobierno, las grietas del sistema energético y la dependencia tácita de fuentes independientes para obtener datos reales alimenta la sensación de que el país navega sin rumbo claro. Lo dicho por Toirac resume la frustración colectiva: sin una estrategia transparente, sin energía estable y sin reconocer errores, cualquier plan económico seguirá siendo otra distorsión disfrazada de solución.
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