Un robo con violencia en el poblado de Tres Golpes, perteneciente al municipio avileño de Ciro Redondo, encendió la indignación en redes sociales tras difundirse que una cochiquera privada fue asaltada para sustraer 16 cerdos.
De acuerdo con la información divulgada por el perfil oficialista Avileños de Corazón, tres hombres —identificados como Yoandri Peña Proenza, Emilio Arzuaga Herrera y Willian Viñales— irrumpieron en el lugar y agredieron al custodio. Según el reporte, lo golpearon y lo amarraron, dejándolo sin posibilidad de pedir ayuda mientras se llevaban los animales.
La propia publicación oficialista describió el hecho con tono sarcástico, presentándolo como un intento de “fin de año de lujos y repugnancia” y rematándolo con una alusión a un desenlace de “espaguetis de cabilla”, en referencia al castigo carcelario. También aseguró que la intervención policial frustró el plan, que comparó con una “película del sábado”.
Más allá del lenguaje empleado, el episodio llamó la atención tanto por la cantidad de animales robados —una cifra significativa en un contexto de escasez— como por el nivel de agresividad. Para muchos usuarios, la violencia contra el custodio marca un giro: ya no se trata solo de hurtos oportunistas, sino de delitos donde se impone el miedo como parte del método.
La reacción en redes fue inmediata. Abundaron comentarios cargados de burla hacia los implicados y referencias a la prisión provincial, con frases que celebraban que “se les jodió el fin de año”. Otros mensajes, sin embargo, dejaron ver un malestar más profundo: exigencias de condenas severas y reclamos de que “el tribunal no tiemble” al dictar sentencia.
El hecho ocurre en un escenario donde el robo de ganado y alimentos se ha convertido en una preocupación recurrente en áreas rurales. La carne de cerdo, con precios elevados en el mercado informal, ha vuelto a las crías porcinas un objetivo atractivo para delincuentes, mientras campesinos y pequeños propietarios aseguran sentirse desprotegidos.
Lo sucedido en Tres Golpes no solo impactó por la brutalidad del asalto, sino por lo que simboliza: el avance de la violencia asociada a la supervivencia económica y la sensación de que, en muchos territorios, la seguridad y la protección de los productores se han debilitado.
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