El padre Alberto Reyes, párroco en Esmeralda, Camagüey, no cesa en su empeño de lograr una sociedad justa y libre en Cuba. A lo largo de su trayectoria, ha mantenido siempre una postura firme en defensa de los derechos humanos y la dignidad del pueblo cubano, convirtiéndose en una figura significativa dentro de la Iglesia Católica en Cuba, un referente espiritual y social.
En esta ocasión, el sacerdote se ecerca en su columna "He estado pensando" a la incapacidad de leer los signos de los tiempos.
"Se ha vuelto a repetir un ciclo: situación desesperante – pueblo harto que se lanza a la calle – detenciones y llamado a confiar en ´la tremenda Revolución que tenemos´.
"Y frente a este ciclo, las preguntas que todo el mundo se hace: ¿Hasta cuándo?, ¿hasta cuándo va a ser ignorada la voz de este pueblo, que ha agotado ya todos los modos posibles de decir que no quiere una continuidad, que no quiere vivir bajo la bandera del 26 de julio?, ¿qué más necesita este sistema para darse cuenta de que estos no son hechos aislados sino la expresión —una vez más— de la desesperación y el deseo de cambio de todo un pueblo?
"¿Es que no ven?, ¿son en realidad tan incapaces de entender que los cubanos nos hemos cansado de arrastrar una existencia miserable?, ¿piensan acaso que la gente se cree sus discursos vacíos y falsos?, ¿creen que la gente no se da cuenta de que estamos así porque los que se han aferrado al poder sólo piensan en ellos mismos y no les importa en lo más mínimo el sufrimiento del pueblo?
"Gibara no es un hecho extraño ni aislado, Gibara es un evento más en la ya larga cadena de reclamos por la libertad que nos merecemos. Y desgraciadamente, es un ejemplo más de la decisión de los que nos gobiernan de no escuchar, de no aceptar la voz del pueblo que tanto dicen proteger, la decisión de reprimir en lugar de buscar soluciones.
"Parecen no darse cuenta de que este pueblo ha dicho: “¡Basta!” y ha decidido ponerse en marcha. Parece que creen realmente que su control sobre el país es total e inalterable. Parecen confiados en la fuerza de las cadenas que han ido tejiendo a lo largo de más de 60 años.
"Y sin embargo, la gente sentirá más o menos miedo, hará pausas de protesta más o menos largas, pero la decisión de cambio es ya imparable.
"Las respuestas desde el poder podrán ser siempre las mismas, podrán seguir reprimiendo y encarcelando, podrán seguir intentando sembrar la desesperanza, pero si son mínimamente inteligentes, si son mínimamente sensatos, no les será difícil entender que la hora del cambio ha llegado, y que este pueblo no va a dejar de empujar el muro que lo oprime, no va a dejar de golpear las cadenas que lo atan, no va a dejar de luchar contra los barrotes de esta cárcel grande en la que han convertido a nuestra isla.
"Podrán intentar acallar las voces en Gibara, pero el espíritu de la libertad seguirá soplando en esta tierra, y se enraizará una y otra vez en las almas de los que seguimos creyendo que la Cuba que soñamos es posible. Gibara no es el fin, es sólo un capítulo más"
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