Una vez más, la crudeza de la realidad cubana se hace evidente de la manera más dolorosa: un nuevo féretro cayó de un carro fúnebre en plena vía pública, dejando a transeúntes y familiares horrorizados ante una escena que no debería existir en ningún lugar del mundo. Este hecho, que lamentablemente no es aislado, pone en evidencia un problema profundo y persistente: la pérdida del respeto por la dignidad humana, incluso después de la muerte.
Los cubanos, acostumbrados a enfrentar innumerables dificultades, se ven obligados ahora a presenciar un irrespeto que trasciende la vida misma. El choque emocional para los familiares de los fallecidos es inmenso. No solo deben afrontar la ausencia de sus seres queridos, sino también ser testigos de un colapso institucional que convierte el momento del último adiós en un episodio de humillación pública.
La activista Irma Broek expresó con indignación que “cosas que, lamentablemente, solo pasan en un país donde no se respeta la dignidad de los fallecidos ni el dolor de los familiares”. Sus palabras reflejan la frustración de muchos ciudadanos que ven cómo la desorganización, el abandono y la deshumanización afectan incluso los actos más sagrados de la vida y la muerte.
Mientras las autoridades oficiales insisten en presentar una imagen de normalidad, la realidad golpea con fuerza. Las calles cubanas, que deberían ser escenario de respeto y memoria en momentos funerarios, se han convertido en testigos de un colapso sistemático que deja a las familias sin herramientas ni garantías básicas para despedir a sus seres queridos con dignidad.
Este episodio no es solo un accidente; es un reflejo de un sistema que ha dejado de valorar la vida y la muerte con igualdad de respeto.
Cada féretro caído, cada ceremonia interrumpida, es un recordatorio doloroso de que la crisis estructural del país alcanza incluso los momentos más íntimos y sagrados.
La indignación y el dolor compartido por los ciudadanos cubanos no pueden ni deben ser silenciados. Cada denuncia es un acto de resistencia, un llamado a que la dignidad de los muertos y el sufrimiento de los vivos sea finalmente reconocida y respetada.
Fuente: La Tijera