La ciudad primada de Cuba, Baracoa, se ha visto recientemente sacudida por un acto de vandalismo que ha tocado las fibras más profundas de la comunidad local: la destrucción de la emblemática estatua del Pelú.
Este monumento no solo representaba un homenaje a un hombre peculiar y querido por los baracoesos, sino que también era un símbolo de la memoria cultural y la identidad de la ciudad. Con la caída de esta estatua, se ha perdido algo más que una obra de arte; se ha perdido una parte esencial de la historia y el alma de Baracoa.
El Pelú, cuyo nombre real era Sergio Enrique Ruiz Cepero, fue un personaje entrañable de las calles de Baracoa, conocido por su cabello rizado y sus largos paseos solitarios por el malecón. Su presencia excéntrica se convirtió en parte del paisaje urbano, un testimonio viviente de lo que significa ser diferente y aceptar las peculiaridades de cada individuo. La gente de Baracoa lo veía como un símbolo de la autenticidad y el cariño hacia lo marginal, lo que lo convirtió en un mito local que trascendió generaciones.
Su muerte en 2009 dejó un vacío en las calles de la ciudad, pero su legado fue inmortalizado en 2018 con una estatua erigida en su honor, realizada por el escultor Abel Pérez Pérez.
La estatua del Pelú no era solo una obra de arte; era un acto de amor comunitario. Inaugurada en el paseo peatonal de Baracoa, la escultura se construyó con el apoyo del Fondo Cubano de Bienes Culturales y la Fundación Caguayo, y representaba un reconocimiento público a la diversidad, la historia y la cultura popular.
Al igual que el propio Pelú, la estatua estaba destinada a ser un punto de encuentro para los baracoesos, un recordatorio de la importancia de la memoria colectiva. La brutal destrucción de la estatua ha generado una ola de indignación.
En redes sociales, las reacciones han sido intensas. La usuaria Lari Mar compartió su furia y tristeza en el grupo de Facebook Baracoesos, señalando la barbarie de quienes atacaron una obra realizada con tanto cariño por la comunidad. Su denuncia sobre la “precariedad humana” y la “falta de ética moral” resonó con muchos, quienes lamentaron profundamente la pérdida de un símbolo tan querido.
Otros, como Henry de Armas Acosta, no dudaron en calificar el acto de vandalismo como “una vergüenza” y pidieron explicaciones a los responsables, exigiendo justicia. La petición de que los culpables sean tratados con la misma seriedad que otros delitos penales subraya la gravedad de la situación, pues el ataque no fue solo contra un monumento, sino contra la cultura y la historia de un pueblo.
El periodista local Pablo Gomero Machado, al confirmar el estado de la escultura, expresó el dolor de la comunidad por la pérdida de una figura tan importante. Lamentó que, a pesar de la destrucción, el silencio institucional de las autoridades locales agrave aún más el sentimiento de abandono que ha generado el acto.
Además, no es la primera vez que Baracoa enfrenta este tipo de agresión a su patrimonio. Hendrys Domínguez recordó con tristeza que este es el segundo incidente de vandalismo contra la estatua, lo que intensifica la preocupación por la protección de los símbolos de la ciudad.
Lo que está claro es que la estatua del Pelú, arrancada de su pedestal, ha dejado una herida profunda en la comunidad. El silencio de las autoridades, junto con la falta de una respuesta contundente, solo aumenta la sensación de que un pedazo del alma de Baracoa ha caído junto con la escultura.
La pregunta que queda en el aire es: ¿por qué atentar contra algo tan valioso para la memoria y la identidad de un pueblo?
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