En una visita ¡al fin! autorizada a la presa política Yunaikis Linares en la prisión de máxima seguridad de mujeres de Occidente en La Habana, nada bueno observaron su abuelita y su tía del estado físico y mental de esta muchacha símbolo de la lucha del pueblo. En ese momento, Yunaikis Linares debería haber salido de pase y haber estado en su casa, con su familia. En lugar de eso, la tía y la abuelita de Yunaikis se encontraron a una joven que ha bajado dramáticamente de peso, con los brazos cortados, demacrada y atontada. Su madre sólo pudo verla de lejos, por la restricción que ahora mismo tiene para entrar a la prisión y poder abrazar a su hija.
Desde que Yunaikis protestó hace unas semanas porque la intentaron poner en la misma celda que una presa común con la que una vez tuvo problemas y fuera revocada por ello al régimen de máxima severidad, permanecía sin sus pertenencias. La tuvieron días en una celda de castigo y cuando la reubicaron, ni siquiera le entregaron el aseo ni las pocas cosas de comida que su familia, con tanto trabajo, le proporcionó al regresar de su último pase.
Al principio Yunaikis estaba plantada pero nada justifica que luego no le entregaran sus cosas. ¡Eso se llama robo, despojo, arbitrariedad!
Lo más alarmante de la situación de Yunaikis en este minuto es que le están suministrando una pastilla llamada Gabapentina, tres veces al día. Supuestamente, es el tratamiento orientado por un psiquiatra de Mazorra, pero nada de saber el nombre del médico o acceso a la historia clínica, ni tampoco si le hicieron pruebas neurológicas adecuadas para ello.
Esto resulta imprescindible si tenemos en cuenta que es un medicamento que se utiliza para el dolor neuropático y que, además, Yunaikis presenta problemas de tiroides no atendidos. Para colmo, la pastilla se la dan ya aplastada en un cuchara, por lo que ni siquiera tenemos garantía de que sea cierto el diagnóstico y el tratamiento. Su familia reporta en ella síntomas claros de somnolencia, confusión y los ojos brillosos.
Los presos no son cuerpos inertes sin voluntad. Tampoco se trata de personas desahuciadas, sin familia con la que puedan experimentar a su antojo. No deberían hacerlo con nadie; mucho menos como método de castigo. Cada vez que actúan de esa forma arbitraria están violando protocolos humanitarios elementales y derechos humanos básicos. Suministrar medicamentos tan fuertes de esa manera irresponsable y sin el consentimiento del preso y su familia es un DELITO y como tal tenemos que denunciarlo.
Uno de los efectos secundarios de esa pastilla es exacerbar los impulsos suicidas, lo que es sumamente peligroso en una joven como Yunaikis que ya ha atentado contra su vida en varias ocasiones. Ellos serán los responsables de cualquier cosa que le ocurra y estamos hablando no solo de las autoridades del país y de los oficiales de la Seguridad del Estado, sino también de las directoras y oficiales de la prisión y de los médicos que recetaron tal tratamiento.
Yunaikis no está loca. Era una joven totalmente integrada en la sociedad, a la que han destruido la vida. Una joven que estaba en fase de recuperación y que han vuelto a llevar a la oscuridad y a la desesperación, alejándola de su familia y aplicando sobre ella métodos de tortura evidentes. Las prisiones cubanas no son seguras. Nuestros presos políticos están muriendo en ellas lentamente.
Anamely Ramos González 1/12/24
(Cualquier información escribir a Anamely, a Tata Poet o a la madre de Yunaikis)
Del perfil: Las Taniadas.
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