El XI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba transcurrió sin giros inesperados ni decisiones capaces de cambiar, en lo inmediato, la situación que vive el país. Lejos de presentar un paquete de soluciones o un rumbo verificable frente al deterioro económico y social, el encuentro dejó, otra vez, el mismo patrón: diagnósticos conocidos y promesas generales.

En esa línea, Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central y miembro del Buró Político, volvió a encarnar el tono del discurso oficial. Al leer el informe de rendición de cuentas del Buró Político, admitió la existencia de problemas internos, pero lo hizo dentro de un marco retórico familiar, donde las fallas se mencionan sin aterrizar responsabilidades concretas ni una revisión crítica de las decisiones que han llevado al país a su situación actual.

"No podemos desconocer la existencia de problemas y limitaciones que son consecuencia de errores, debilidades y falta de una adecuada actuación sistemática para resolverlos, incluyendo la presencia de desviaciones y tendencias negativas, así como otras distorsiones...", afirmó.

El reconocimiento, sin embargo, volvió a quedar en el terreno de lo general. No se informaron medidas específicas, ni se anunciaron plazos comprobables para enfrentar asuntos que ya forman parte de la vida cotidiana de millones de cubanos: apagones prolongados, inflación sostenida, desabastecimiento y deterioro creciente de servicios básicos.

Más allá de lo económico, el eje político del pleno volvió a insistir en la cohesión alrededor de la cúpula dirigente y del llamado “legado histórico”. Morales Ojeda reafirmó esa idea al asegurar que, ante el escenario actual, "tenemos que estar convencidos y saldremos adelante con la conducción de nuestro primer secretario, con el legado del comandante en jefe y las enseñanzas del general de ejército".

El dirigente también enfatizó que, por encima de la escasez de recursos, "la organización del trabajo deviene premisa esencial", un giro que desplaza el centro del problema hacia factores organizativos y “subjetivos”, aun cuando la crisis está marcada por colapso productivo, falta de insumos y una evidente pérdida de confianza social.

El mensaje se alineó con la tradición discursiva de estos plenarios: admitir parcialmente fallas, reiterar la idea de “resistir” y reforzar la legitimidad ideológica, sin abrir un cuestionamiento real al modelo ni a la estructura de poder que lo sostiene.

Así, mientras la realidad del país se vuelve cada vez más áspera, el lenguaje oficial volvió a ofrecer una combinación de diagnósticos abstractos y promesas de recuperación, sin respuestas inmediatas ni salidas tangibles para una crisis que continúa profundizándose.

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