La crisis sanitaria que atraviesa Cuba quedó expuesta este sábado en un reportaje de El País, que describe un país sumido en el colapso: hospitales sin capacidad, diagnósticos imprecisos, escasez extrema de medicamentos y un aumento de muertes que médicos y familiares atribuyen a la expansión simultánea del dengue, chikungunya, Oropouche y diversas infecciones respiratorias.

La crónica, firmada por la periodista Carla Gloria Colomé Santiago, recoge testimonios de pacientes y trabajadores de la salud que hablan de una isla “enferma”, donde miles lidian con fiebre, dolor y complicaciones graves sin saber realmente qué padecen por la falta de pruebas diagnósticas.

Según cifras oficiales, la última semana sumó 5.717 nuevos contagios de chikungunya, con un acumulado de 38.938 casos, mientras el dengue se mantiene activo en todas las provincias y en 113 de los 168 municipios del país. El Gobierno reconoció 33 fallecidos, entre ellos 21 menores, una cifra que fuentes médicas citadas por El País consideran muy inferior a la real.

Profesionales de la salud aseguran que numerosos certificados de defunción omiten la causa viral y registran muertes como infartos u otras complicaciones, lo que oculta el verdadero impacto epidemiológico. Familias de Bayamo y Matanzas reportan decesos recientes asociados a deshidratación y fallos respiratorios.

La escasez de reactivos agrava la incertidumbre: muchos análisis no pueden procesarse y otros se desechan por falta de insumos. En policlínicos saturados, los pacientes reciben diagnósticos genéricos de “síndrome febril inespecífico”, lo que impide clasificar correctamente los brotes y aplicar tratamientos oportunos.

El déficit de medicamentos supera el 70%, obligando a la población a recurrir a infusiones o remedios caseros ante la inexistencia de analgésicos, antipiréticos o soluciones intravenosas. El deterioro nutricional empeora el cuadro clínico: una guía interna del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK) recomienda dietas ricas en proteínas, lácteos, pescados y frutos secos para fortalecer el sistema inmune, alimentos que resultan inalcanzables para la mayoría de las familias.

“La comida del cubano hoy es picadillo y arroz”, lamenta una entrevistada citada por el diario.

El País subraya que la acumulación de basura, la falta de agua, los apagones y la escasez de insecticidas han convertido la isla en un escenario ideal para la proliferación del mosquito. Aunque el Gobierno asegura que la epidemia no es exclusiva de Cuba, las acciones de control —según el reportaje— llegaron demasiado tarde para contener una situación que ha desbordado hospitales y morgues, dejando a la población sumida en el miedo y la desprotección.

Días atrás, las autoridades sanitarias de Holguín admitieron fallas en la prevención contra el mosquito, mientras esa provincia enfrenta una compleja situación epidemiológica con tres municipios en fase de epidemia.

Un informe reciente del Observatorio Cubano de Conflictos (OCC) y la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba documentó al menos 87 muertes vinculadas a la ola de arbovirosis entre octubre y noviembre de 2025, una cifra que refuerza la percepción de un país golpeado por una crisis sanitaria que supera ampliamente la narrativa oficial.

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