"Amar puede ser, por momentos, muy complicado, porque amar significa buscar el bien mayor para el otro", dijo este lunes el sacerdote cubano Alberto Reyes.
"Este bien mayor puede ser escuchar, acoger, consolar, acompañar… pero puede ser también, como dice el Evangelio, amonestar, advertir, confrontar con la verdad a aquel que ha tomado o está tomando decisiones de muerte".
"¿Y por qué tomarnos la molestia de corregir al otro? Porque es la actitud coherente con nuestra identidad cristiana. O el otro es tratado como un hermano o el cristianismo no es otra cosa que un teatro de palabras bonitas. ¿No acusamos a los políticos de levantar la bandera en favor de los pobres para luego no sólo no hacer nada por ellos sino, al contrario, servirse de ellos? ¿Cómo podemos llamar al otro 'hermano' y no hacer ni decir nada mientras nos convertimos en espectadores pasivos de su destrucción?"
"En la Biblia, 'pecado' se dice 'hatad', cuya traducción literal es 'disparar una flecha con un arco flojo'. Si se hace esto, evidentemente la flecha no dará en el blanco, ¿y de qué blanco se trata? De la felicidad, que es el objetivo de todo lo que hacemos".
"No corregir al otro es un modo de decir que no nos importa su infelicidad. El pecado no es un golpe contra Dios, ya lo dice el libro de Job: 'Si pecas, ¿qué daño le haces a Dios? Si multiplicas tus delitos, ¿le haces, quizás, algún daño?' El mal daña al que lo comete y a aquellos en los que repercute, que, dicho sea de paso, podrías ser tú mismo, o tus hijos".
"Otra cosa es aceptar que confrontar a otros nos da miedo. Nos pasa incluso con nuestra familia. Corregir a un niño es fácil, pero cuando se trata de un hijo adulto, de un hermano, de los propios padres… sentimos miedo, nos da vergüenza. Nos sucede también con los amigos, con los compañeros de estudio o trabajo, con los vecinos, porque no puede ser de otro modo".
"El agua moja, el fuego quema, y corregir a otra persona produce inseguridad y temor. Nunca será fácil y mucho menos agradable decirle a una persona que ha equivocado el camino, que está eligiendo mal, que está tomando decisiones que no le harán bien, porque esto no es lo que el otro quiere oír, y todos somos alérgicos a contrariar a los demás. A todos nos gusta el rol del bueno, del agradable, del que aprueba y apoya".
"Pero la realidad es como es, y la vida que se compromete con aquel junto al cual se camina, tiene aprobación y desaprobación, complicidad y rechazo, tiene felicitación y reproche".
"No decidimos nosotros si el otro tomará nuestra mano para salir de su hoyo, si escuchará nuestra voz o entenderá nuestra mirada, pero que nunca falte al hermano del arco flojo nuestra mano, nuestra voz, nuestra mirada", afirmó el sacerdote cubano Alberto Reyes.
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