En las últimas horas, Bayamo fue escenario de un nuevo episodio de hartazgo popular en Cuba. La capital de la provincia Granma, golpeada por apagones interminables, escasez de alimentos y una profunda crisis de servicios básicos, vivió protestas espontáneas donde la ciudadanía, sin convocatorias previas, tomó las calles para exigir respuestas concretas.
El grito común fue “¡No queremos más muela!”, una consigna que revela el creciente rechazo a las promesas incumplidas del régimen.
En respuesta, el gobierno cubano reaccionó con su ya conocido doble frente: la represión inmediata y la manipulación narrativa. Mientras tropas especiales y dirigentes del Partido Comunista se desplegaban en varios barrios, en el espacio digital comenzaba una ofensiva propagandística orientada a proyectar "normalidad".
Internet fue interrumpido de manera intermitente y se saturaron las redes sociales con imágenes cuidadosamente seleccionadas: calles vacías, postes de luz encendidos y funcionarios "dialogando" con el pueblo.
“La contradicción entre los hechos en la calle y las imágenes difundidas por las cuentas oficialistas no hace más que acentuar la desconfianza popular. Mientras los ciudadanos grababan enfrentamientos y gritos de ‘libertad’, voceros del régimen insistían en que ‘todo estaba en calma’.”
Uno de los mensajes más criticados vino del propagandista Frank Enrique, quien publicó una foto de una calle desierta acompañada del mensaje: “Bayamo ahora mismo. Todo en calma”. Lejos de apaciguar los ánimos, su publicación fue vista como una burla ante la indignación legítima del pueblo.
Esta estrategia del poder no es nueva. Se repite el patrón visto en el 11J de 2021, en Nuevitas en 2022 y en otras regiones donde han estallado protestas: primero se niega el conflicto, luego se criminaliza al manifestante, se despliega la fuerza y finalmente se intenta imponer un relato de estabilidad institucional.
Esta vez, incluso Miguel Díaz-Canel volvió a culpar a “estrategias enemigas”, sin hacer mención a las verdaderas causas del malestar: hambre, inflación, apagones y una administración que no escucha.
“A pesar del aparato represivo y el esfuerzo por imponer una imagen de control, lo que realmente emerge de Bayamo es el retrato de una ciudadanía que ha comenzado a perder el miedo, que se enfrenta con dignidad y exige un cambio real.”
Las redes sociales ya no solo son canales de expresión, sino trincheras donde se exhibe la verdad.
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