Si alguien creía haberlo visto todo en las redes sociales, la proeza de unos pescadores cubanos en Gibara, Holguín, vino a demostrar lo contrario. Un grupo de hombres de mar logró sacar un pez espada gigante de 525 libras, una captura que quedó registrada en fotos y videos y que rápidamente se volvió viral en Facebook. La hazaña no solo impacta por el tamaño del ejemplar, sino también por la destreza y determinación de quienes mantienen viva la tradición pesquera en medio de la precariedad cotidiana.

El portal Cuba en Miami fue uno de los primeros en reportar el hecho, felicitando a los pescadores con un escueto: “Felicidades amigos, buena captura: 525 libras en Holguín, Cuba”. Aunque no trascendieron detalles sobre el tiempo o las técnicas empleadas, todo apunta a una faena artesanal realizada con medios modestos, como ocurre habitualmente en la pesca costera cubana.

El tamaño del pez espada —o emperador— dejó a más de un internauta sorprendido. Algunos dudaban incluso de que todavía existieran ejemplares de esa magnitud en aguas cubanas. Usuarios holguineros confirmaron la localización de la captura y llenaron las publicaciones de comentarios emocionados, celebrando el logro como un triunfo colectivo y una muestra de resistencia de la tradición pesquera local.

Entre las reacciones no faltaron las bromas habituales sobre las restricciones y decomisos que suelen enfrentar los pescadores en Cuba. Comentarios irónicos como “Acaparamiento ilícito y pesca ilegal. Decomisado. Jajajaja” ilustraron el humor con el que muchos cubanos enfrentan las contradicciones de la vida diaria.

Más allá de la espectacularidad del pez, la captura es reflejo de la resiliencia y el ingenio de los pescadores de la Isla. En un país donde las flotas están deterioradas, los insumos escasean y los recursos son limitados, cada faena exitosa se convierte en un ejemplo del esfuerzo y la habilidad de quienes dependen del mar para vivir.

La hazaña también pone de relieve una paradoja persistente: aunque Cuba es una nación rodeada de agua, el consumo de pescado ha caído debido a la escasez y los altos precios. Especies como el pargo, el bonito y el propio pez espada se han convertido en productos casi inaccesibles, reservados para quienes pueden pagarlos o tienen vínculos directos con pescadores. Las restricciones gubernamentales y la falta de inversión en la pesca artesanal han profundizado esta realidad.

Aun así, capturas como la de Gibara recuerdan que la cultura pesquera sigue latiendo. En muchas comunidades, el mar continúa siendo sustento y tradición, y cada pez gigante arrancado de sus aguas representa una pequeña victoria en medio de la crisis.

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