Luz para el festival, sombra para el pueblo: 23 y 12 como escaparate del contraste habanero
Redacción de CubitaNOW ~ viernes 12 de diciembre de 2025
La avalancha nocturna hacia la esquina de 23 y 12 se ha convertido en símbolo de un país partido en dos: la zona donde el Gobierno decide encenderlo todo para mostrarse ante el mundo, y la ciudad real, sumida en apagones interminables que ya forman parte de la rutina nacional. Durante estos días, el Vedado parece un decorado improvisado para convencer de que Cuba festeja, aunque alrededor reine el desastre.
El contraste es brutal. Mientras carpas, pantallas gigantes y tarimas iluminadas sostienen el brillo del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, a solo unas cuadras las familias atraviesan la noche sin electricidad, sin agua corriente y con una conexión telefónica tan inestable como la economía del país. Ni ETECSA logra salvar su imagen: cada apagón prolongado deja a miles incomunicados, aunque el discurso oficial continúe hablando de “soberanía tecnológica”.
Para muchos habaneros, acercarse al Vedado no es cuestión de cine, sino de supervivencia. Es uno de los pocos puntos donde es posible cargar el móvil, encontrar algo de señal o escapar del calor asfixiante que castiga a los barrios apagados. Lo que el Gobierno exhibe como evento cultural se convierte, de hecho, en refugio temporal para quienes buscan un respiro del apagón constante.
El doble rasero se ha normalizado tanto que los funcionarios repiten, sin sonrojo, que el festival es “un regalo al pueblo”, mientras ese mismo pueblo pierde alimentos, descanso y paciencia en medio de cortes eléctricos que superan cualquier límite. La frase más escuchada estos días lo resume bien: “allá hay corriente de sobra; aquí no llega ni un hilo”.
No es la primera vez que ocurre. Conciertos, ferias, carnavales y visitas oficiales han encendido rincones puntuales de La Habana mientras el resto permanece en penumbra. La capital vive, así, entre dos dimensiones: la ciudad maquillada para las cámaras y la ciudad auténtica, donde la sombra es casi permanente.
Y aunque el régimen apuesta a que las luces del festival distraigan a la población del apagón doméstico, nadie se deja engañar. La realidad es demasiado evidente. Lo que brilla en 23 y 12 no es la cultura: es el contraste. Cada foco encendido para el espectáculo subraya la oscuridad en la que está hundido el país entero. Porque en Cuba siempre hay electricidad para el escaparate, pero nunca para el hogar.