Fin de año sin puerco: la tradición que se volvió lujo y el país que perdió hasta sus rituales
Redacción de CubitaNOW ~ lunes 29 de diciembre de 2025
“Si no hay puerco, no hay fin de año”, comenta una mujer en la cola, y varios asienten con una risa breve, automática. No es humor. Es costumbre. Se ríen sabiendo que, como tantas otras veces, ese pedazo de carne no llegará. Tampoco llegarán el arroz suficiente, los frijoles ni la ilusión. Se ríen porque diciembre siempre se va igual y enero llega peor. En Cuba, la esperanza hace rato aprendió a disfrazarse de sarcasmo.
Alguien responde que diciembre dejó de ser un mes alegre hace años, haya puerco o no. Esta vez nadie se ríe. Hay silencios largos, rostros cansados, miradas que evitan encontrarse. Ya no duele tanto lo que falta, sino lo normal que se ha vuelto ese vacío.
En las colas se habla de todo: de dirigentes caídos, de ayudas que se anuncian y nunca aparecen, de apagones interminables, de enfermedades que dejan secuelas y de muertos que no salen en las noticias. Del puerco casi no se habla. Quizás porque muchos ya asumieron que no volverán a comerlo. O porque recordar cómo era antes hace más difícil soportar el presente. Hay ausencias que, cuando se repiten demasiado, dejan de nombrarse.
La carne de cerdo no era solo comida. Era ceremonia. Era criar un animal durante meses para una noche especial. Era el olor del asado, la familia reunida, la sensación —aunque breve— de estar celebrando algo. Todo eso también fue arrasado por décadas de prohibiciones, controles y despojos disfrazados de proyecto social.
Hoy el puerco es el reflejo del desastre. Producirlo se volvió casi imposible: no hay pienso, no hay recursos, no hay incentivos. Comprar carne es un lujo. La libra ronda cifras absurdas, capaces de tragarse una pensión o medio salario. Comer puerco en Cuba pasó de tradición a privilegio.
Sin dólares no hay carne. Así de simple. Los precios suben mientras se acerca diciembre y cualquier esperanza de alivio se diluye. El Estado no afloja en estas fechas: aprieta. Más controles, más decomisos, más miedo.
Muchos negocios privados cerraron asfixiados por la falta de divisas, las trabas para importar y las reglas cambiantes. Contenedores que no llegan, mercancías retenidas, investigaciones eternas bajo la excusa del “ilícito”. En Cuba, intentar salir adelante sigue siendo sospechoso.
Productores hacen cuentas que nunca cuadran. Criar un puerco es perder dinero. Por eso muchos abandonaron el campo y se pasaron a revender carne importada. No por comodidad, sino por supervivencia. El problema nunca fue el trabajo. Fue el sistema.
En la cola del pan, una mujer cuenta billetes pequeños. Ahorró todo el año, pero el dinero se fue en medicinas tras una enfermedad. Otro diciembre sin puerco. El anterior fue sin gas. Para ella, el año ya terminó.
Demasiados años acumulando carencias. Virus, apagones, inflación, dolarización forzada. Una economía sostenida por remesas y parches. Y diciembre, que antes olía a puerco asado, ahora llega con derrota.
Quizás los cubanos crucemos otro fin de año sin ese pedazo de carne que nunca faltó, ni siquiera en los peores tiempos. Y eso no es solo hambre: es la prueba de un país al que le arrebataron hasta sus tradiciones.