Arnaldo Rodríguez Romero, conocido tanto por su música como por su inquebrantable devoción al régimen cubano, ha vuelto a ser noticia tras una serie de publicaciones en redes sociales donde no escatimó en elogios al dictador Miguel Díaz-Canel. En el marco de los actos por el Día de la Defensa Nacional, el músico reafirmó su lealtad con frases que podrían considerarse más líricas que sus propias canciones.

“¡Inmensa alegría abrazarte en esta mañana verde olivo, de patria, de reafirmación! ¡Una jornada de pueblo y abrazos compartidos!”, proclamó Rodríguez, acompañando sus palabras con imágenes en las que aparece al lado de Díaz-Canel, quien lucía su clásico uniforme militar mientras el cantante optaba por un look más casual: chaqueta y sombrero.

El evento, cargado de simbolismo oficialista, forma parte de la estrategia del gobierno para promocionar su doctrina de “la guerra de todo el pueblo” ante las supuestas amenazas del “imperialismo yanqui”. En este teatro político, Rodríguez parece ocupar el lugar de director musical, utilizando su talento para armonizar la narrativa del régimen.

El músico, que en años recientes se ha convertido en un rostro constante de los eventos oficiales, lanzó recientemente la canción “Aquí no hay marcha atrás”, un himno a la resignación en medio de apagones, escasez y colas interminables. Junto a figuras como Mayito Rivera y Osdalgia, Rodríguez convierte las penurias diarias en una banda sonora para el conformismo.

Sin embargo, no todo es aplauso para el trovador del castrismo. En diciembre, fue encargado de cerrar la Marcha del Pueblo Combatiente con un concierto en el Malecón habanero, evento que resultó ser un fiasco. Apenas un centenar de personas asistieron, un contraste amargo frente a los despliegues propagandísticos habituales. En un intento por evitar el ridículo, Rodríguez compartió en sus redes un video de otro evento, buscando borrar las evidencias del fracaso.

Mientras el pueblo cubano enfrenta una de las peores crisis de su historia, Arnaldo Rodríguez continúa como un engranaje clave del aparato cultural oficialista. En lugar de usar su plataforma para amplificar las voces que claman por un cambio en la isla, el músico prefiere tocar la misma melodía de siempre: una oda a un sistema que muchos consideran desafinado y agotado.

Su papel, como siempre, es claro: entretener mientras el barco se hunde. Y, al parecer, Rodríguez no tiene intenciones de cambiar el repertorio.

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