¡Señoras y señores, ver para creer!
Hace apenas un año, en 2024, nos quejábamos —no sin sarcasmo y desespero— de los tristemente célebres cinco huevos por persona que nos ofrecían como parte de la llamada canasta básica. ¡Carajo!
Era infame, una desvergüenza. Mientras los dirigentes hablaban de bonanzas y solidaridad revolucionaria, nosotros hacíamos chistes para aliviar la impotencia. Aquellos cinco huevos se convirtieron en símbolo de burla, casi una parodia de los "Cinco Héroes" prisioneros en EE.UU. Nuestros nuevos héroes eran los cinco huevos desaparecidos de la canasta familiar.
Lo cierto es que jamás volvimos a verlos en nuestras bodegas ni en las carnicerías del barrio. Hoy en día, comerse un par de huevos fritos en el almuerzo es un lujo que no todos pueden permitirse. Lo indignante no es solo su ausencia, sino ver cómo abundan en los comercios privados, en las tiendas paraestatales y en manos de aquellos que tienen “la suerte” de tener familia en el poder.
El cartón de huevos se vende por 2,100 pesos cubanos, es decir, 70 pesos por unidad. En las tiendas en MLC, se ofertan a 5.95 dólares. Y claro, en esos comercios de la “nueva onda” en divisas, los huevos nunca faltan.
¿Pero cuántos cubanos —especialmente los jubilados— pueden permitirse 70 pesos diarios para acceder a la que, hasta hace poco, era la proteína más económica del mercado?
Parece que el “señor huevo” ha cambiado de clase social. Ya no pertenece al pueblo humilde. Antes, era común ver en las mesas un plato de arroz blanco, huevo frito, plátano maduro y ensalada. ¡Dios mío, qué goce era ese!
Nos quejamos de recibir solo cinco huevos, y la respuesta del Estado y el Partido fue tan absurda como predecible: trasladaron la oferta a las tiendas en dólares, subieron los precios en pesos por la inflación y la desastrosa gestión administrativa y desaparecieron el producto de los estantes populares.
Y entonces me pregunto: ¿Es esta la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes? ¿Qué coño es esto?
En una sola palabra: mentira.
¿Volverán algún día los cinco? Ojalá.
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