La dictadura cubana ha vuelto a demostrar su verdadera cara, dejando al descubierto un nivel de crueldad que sobrepasa los límites de la dignidad humana.
El periodista independiente José Gabriel Barrenechea, encarcelado desde noviembre del pasado año simplemente por atreverse a pensar diferente, está siendo sometido a una nueva forma de tortura psicológica. Su madre, Zoila Esther, se encuentra gravemente enferma, en sus últimos días de vida. Ante esta dolorosa situación, la familia de José Gabriel solicitó un permiso para que pudiera verla una última vez, un acto de humanidad que en cualquier sociedad civilizada sería incuestionable.
La respuesta del jefe de la prisión donde se encuentra recluido no dejó lugar a dudas sobre el carácter sádico del régimen: "EL HIJO VERÁ A SU MADRE CUANDO SE MUERA", sentenció fríamente, como quien da una orden administrativa más.
Esa frase, cargada de una brutal insensibilidad, revela el uso deliberado del dolor como instrumento de represión. No basta con encarcelarlo injustamente; ahora buscan también destruirlo emocionalmente, negándole uno de los vínculos más sagrados: el de un hijo con su madre en su lecho de muerte.
Alexander Jesús Figueredo Izaguirre, médico y activista cubano, denunció esta atrocidad desde su perfil de Facebook, haciendo un llamado a la conciencia internacional para que no se permita que estos crímenes sigan ocurriendo en silencio. Su publicación, que ha comenzado a circular en redes sociales, subraya la deshumanización y el sadismo sistemático que caracteriza a quienes hoy detentan el poder en Cuba.
Mientras el régimen intenta vender al mundo una imagen de "solidaridad y amor", las verdaderas víctimas sufren en las sombras: madres que agonizan solas, hijos castigados por su conciencia, familias enteras destrozadas por el odio y la venganza del poder.
José Gabriel Barrenechea no es un caso aislado, sino el reflejo de un patrón de crueldad institucionalizada. Cada negativa como esta es un acto de tortura silenciosa que busca doblegar a quienes aún se atreven a pensar, a cuestionar, a soñar con una Cuba libre.
Hoy, más que nunca, es urgente romper el muro de silencio. No podemos permitir que el dolor de Zoila y José Gabriel quede atrapado tras las rejas de la indiferencia.
¨¡Que se escuche su clamor hasta el último rincón del mundo!¨, dijo Figueredo Izaguirre.
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