Ulises Toirac es un reconocido humorista, actor y guionista cubano que ha cultivado una carrera marcada por la sátira social y la crítica aguda, siempre con una mezcla equilibrada de inteligencia, sarcasmo y humanidad.
Es especialmente recordado por su personaje “Chivichana” en la televisión cubana y por sus textos en redes sociales, donde con frecuencia comenta la realidad sociopolítica del país desde una perspectiva crítica pero profundamente cubana. Toirac no se ha mantenido ajeno a los problemas cotidianos de la población, ni siquiera cuando sus propias condiciones personales le impiden participar activamente en la vida pública.
En uno de sus comentarios más recientes, Toirac expresó su ausencia total de cualquier actividad relacionada con el Primero de Mayo, una fecha cargada de simbolismo en Cuba por su connotación como Día Internacional de los Trabajadores.
Sin embargo, él se mantuvo “perreando de verdad” con una crisis de columna agravada por la falta de medicinas —una situación que también refleja una carencia estructural más amplia en el sistema de salud y abastecimiento del país.
Lejos de criticar superficialmente la masividad que muestran las fotos oficiales de las marchas del Primero de Mayo, Toirac reflexiona sobre la complejidad sociopolítica del apoyo popular. Reconoce que hay una variedad de motivaciones tras cada asistente: desde quienes creen y apoyan con convicción, hasta quienes marchan por obligación o simple curiosidad.
Pero subraya que la fe colectiva en las ideas repetidas desde las tribunas no es un fenómeno exclusivo de Cuba; forma parte de la historia universal de la psicología de masas.
Con su característica lucidez, afirma: “todos los gobiernos han tenido apoyo popular… hasta que cambiaron (o los cambiaron)”. Esa verdad, incómoda pero simple, resume su visión: las masas pueden ser fervorosas hoy y completamente distintas mañana.
En su texto se percibe dolor físico, sí, pero también el dolor de una conciencia crítica atrapada entre el amor por su país y la frustración con su realidad. Ulises Toirac no necesita estar en la plaza para dejar su marca: con palabras como estas, lanza su propia consigna, más humana y honesta que cualquier pancarta.
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