Una vez más, la prensa oficialista cubana demuestra su descarado doble rasero al acusar sin pruebas de fraude al proceso electoral en Ecuador, mientras celebra sin pudor la estafa electoral monumental perpetrada por Nicolás Maduro en Venezuela. El medio Cubadebate, vocero del régimen de La Habana, ha amplificado las denuncias sin sustento de un oscuro colectivo llamado "CELAC Social", que repite los mismos argumentos que utilizó el chavismo en el pasado para justificar derrotas: que si hubo cambios en los centros de votación, que si faltaron veedores internacionales, que si el gobierno usó recursos estatales.
Todo eso sería digno de análisis si no fuera porque, en el caso de Ecuador, el presidente Daniel Noboa superó ampliamente a su contrincante, Luisa González, con una diferencia de 12 puntos. El pueblo ecuatoriano votó de forma contundente por un camino alejado del socialismo, cansado de los fantasmas de miseria y represión que arrastran regímenes como el venezolano o el cubano. Esa fue la verdadera razón por la que Rafael Correa y sus aliados sufrieron una nueva derrota: el electorado los rechazó con claridad.
Lo irónico es que, mientras Cubadebate repite como loro las acusaciones infundadas del correísmo, guarda absoluto silencio sobre lo ocurrido recientemente en Venezuela, donde Edmundo González, el candidato opositor respaldado por María Corina Machado, derrotó en las urnas a Nicolás Maduro con una aplastante diferencia de más de 40 puntos porcentuales, según las actas verificadas por la propia oposición. A pesar de eso, el régimen de Maduro, con el apoyo inmediato de Cuba, Nicaragua e Irán, simplemente ignoró los resultados y declaró una victoria ficticia, orquestando un megafraude que fue rápidamente condenado por prácticamente todos los países democráticos del hemisferio.
¿Y qué hizo la prensa cubana ante ese escándalo monumental? Calló. No cuestionó la falta de veeduría internacional legítima en Venezuela, ni los arrestos de líderes opositores, ni la censura brutal a los medios independientes, ni el control absoluto del sistema electoral por parte del chavismo. En lugar de eso, publicó notas celebrando “el triunfo de la revolución bolivariana”, como si no existiera evidencia del colosal engaño.
Esta actitud no es nueva. Desde hace décadas, los medios estatales cubanos han servido como caja de resonancia para las dictaduras aliadas, sin importar cuán antidemocráticas, represivas o corruptas sean. Apoyaron sin reservas a Ortega en Nicaragua mientras reprimía manifestantes con balas, justificaron los asesinatos de protestantes en Venezuela, y cada vez que el pueblo se expresa en contra del socialismo, intentan desacreditar el proceso con teorías de conspiración y supuestas “maniobras del imperialismo”.
Lo que ocurrió en Ecuador es muy claro: el pueblo votó en contra del modelo socialista que empobrece, persigue y destruye. Lo hizo en libertad, con observadores independientes, sin represión ni censura. Noboa ganó con más de 56% de los votos. Y sin embargo, para la prensa cubana, el proceso es “fraudulento”.
En cambio, en Venezuela, donde se arrestan candidatos, se inhabilita a opositores, se impide votar a comunidades enteras y se manipulan descaradamente los resultados, no hay ni una palabra de crítica. Todo lo contrario: hay aplausos y felicitaciones.
Este comportamiento solo confirma que la prensa oficialista cubana no informa: adoctrina. No defiende la verdad: defiende a los regímenes que sostienen al castrismo en América Latina. Su función no es informar al pueblo cubano, sino proteger a sus aliados ideológicos, aunque eso implique negar realidades evidentes o justificar lo injustificable.
La manipulación burda de los hechos por parte de medios como Cubadebate no solo los desacredita como fuentes informativas, sino que los convierte en cómplices activos de las dictaduras de la región. Mientras los pueblos de América Latina buscan liberarse del peso del socialismo autoritario, en Cuba se sigue celebrando la mentira.
Porque para los voceros del régimen, no se trata de democracia o fraude. Se trata simplemente de poder. Y el socialismo, aunque pierda en las urnas, siempre intentará imponerlo por la fuerza… con la complicidad de su prensa sumisa.
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