"A sesenta y seis años de iniciada la etapa denominada «revolucionaria», cuando se supone que deberíamos estar disfrutando los frutos de intensas décadas de austeridad, esfuerzos y sacrificios, los cubanos sufrimos la más agobiante crisis que hayamos conocido en todo ese período"; así comienza su texto Manuel García Verdecia (71 años, poeta, narrador, crítico) en el espacio que ocupa en CubaxCuba Laboratorio de Pensamiento Cívico
"Carencia de bienes indispensables para la subsistencia cotidiana, aguda escasez de alimentos, falta de medicamentos de todo tipo, precariedad del transporte, necesidad de viviendas, hiperinflación avasalladora, son algunas de nuestras adversidades materiales. A ellas deben sumarse el auge de casos de corrupción, incremento de la tasa de criminalidad, aumento en el consumo de alcohol y drogas a edades más tempranas y una cuantiosa e indetenible emigración, básicamente de jóvenes, lo cual sugiere un ámbito social en deterioro. Tal panorama, nada alentador, impone que se haga el más objetivo y minucioso análisis de los factores que han provocado esta situación de penuria y relajamiento social.
"Desde enero del año 1959 hasta la fecha, nuestro país ha contado con un único gobierno y Partido. De modo que la situación por la que transitamos en la actualidad, en el plano interno (sin desconocer obstáculos como el «bloqueo» de los Estados Unidos en lo externo), es producto básicamente del modo de gobernar asumido en todo este tiempo.
"En los primeros años se solían justificar distintos tipos de actos inadecuados o erróneos como «vicios del pasado» pero con el paso del tiempo ha ido sustituyendo aquellos vicios del pasado por insuficiencias surgidas básicamente de la implementación de disímiles medidas y proyectos emanados de la concepción estatista y centralizada que fraguó el proyecto de estado unipartidista.
"Es así que en el devenir del proceso también se ha incurrido en errores, malas prácticas y por consiguiente, resultados insatisfactorios, cuando no negativos. Y si bien se han admitido dificultades e insuficiencias —como se hizo en el informe al I Congreso del Partido, o recientemente, tras la aplicación de la «Tarea Ordenamiento» o la inoportuna «bancarización» (ejecutadas desoyendo el criterio adverso de expertos)—, no recuerdo que el Gobierno haya asumido su responsabilidad en esos fracasos. La excesiva centralización de los factores de la economía, el voluntarismo utópico, la burocracia autocrática y la indiferencia a las advertencias o críticas de expertos; han mermado considerablemente la capacidad de producción y sostenimiento material del país, lo que ha traído no pocas erosiones morales, sobre todo la cuantiosa emigración de ciudadanos cubanos.
"Por ejemplo, pueden citarse la incapacidad en la administración agrícola para producir alimentos básicos necesarios o el desastre que constituyó el desmantelamiento de la industria azucarera, columna vertebral de la economía cubana y componente fundamental de nuestra cultura.
Esta ausencia de análisis críticos y objetivos, con un categórico interés en erradicar terminantemente las causas de nuestras dificultades y encaminarnos hacia la prosperidad sostenible, es la que propicia el círculo vicioso de medidas y rectificaciones que solo reiteran su ineficacia.
Creo que de haber sido más críticos, hubiéramos podido conseguir mejores resultados y no atravesáramos en este momento por una situación en extremo crítica y con pocas posibilidades para su solución a corto o mediano plazo.
La misión de gobernar surge de la necesidad de buscar un elemento conectivo y de orientación entre las muy variadas características e intereses de una comunidad, para ordenarlos provechosamente con el propósito de lograr el mejor desempeño de ella y la satisfacción de sus aspiraciones. En tal sentido, la estatización, sobre todo cuando se supedita a un único partido, no puede ser la forma de gobierno que cubra los intereses y necesidades de la diversa gama de personas que buscan prosperar y vivir del mejor modo en un país.
Por eso considero que gobernar debe ser, no un privilegio, sino el más sentido acto de servicio al prójimo. Esto implica que quienes gobiernan no solo posean la convicción de ser servidores públicos, sino que, esencialmente, estén dotados de sensatez, que sus actos sean apropiados y fructíferos, así como de sensibilidad hacia el ser humano para poder comprender y ayudar a realizar las aspiraciones de sus conciudadanos.
Para resumir lo que debe ser un gobierno eficiente apelo a Martí: «El gobierno de los hombres es la misión más alta del ser humano y solo debe fiarse a quien ame a los hombres y entienda su naturaleza; el gobierno es un encargo popular: dalo el pueblo; a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas suyas».
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Es por ello que resaltó la importancia de prever y producir para que las necesidades vitales fueran debidamente satisfechas: «Fuerza es, pues, prevenir la situación peligrosísima que se adelanta, y para que la producción baste al consumo, ir pensando que este equilibrio es necesario, que esta armonía no puede alterarse, que esta riqueza existe siempre, que la tierra produce sin cesar».
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