El expresidente sirio Bashar al-Assad, cuyo gobierno fue derrocado la víspera, vivía entre lujos y mansiones, mientras mantenía al pueblo en una dictadura. ¿A quién se parecerá?
Tras más de 50 años de la familia Assad en Siria (66 van a cumplir los cubanos), ciudadanos sirios irrumpieron en el Palacio Presidencial Al-Rawda en Damasco, llevándose muebles y objetos de valor. Imágenes en redes sociales muestran a personas recorriendo los pasillos del palacio y tomándose selfies en sitios que mantenían un lujo que discrepaba con el modo de vida del pueblo.
A la par, se confiscaron decenas de autos de lujo, valorados en millones de dólares incluyendo marcas como Mercedes, Ferrari y Audi, de un garaje en la residencia privada del exgobernante. La televisión estatal siria, ahora bajo control rebelde, transmitió imágenes de los insurgentes recorriendo el palacio. Agencias internacionales señalan que testigos también reportaron el saqueo del Banco Central de Siria, donde personas fueron vistas saliendo con bolsas llenas de dinero en efectivo.
Assad encontró asilo en Moscú, tras huir en un avión desde Damasco, indicaron agencias informativas rusas mientras fuentes diplomáticas indicaron que Rusia, un aliado clave del régimen sirio durante la guerra civil, facilitó su traslado en un momento de alto riesgo para el exmandatario, lo que sin dudas responde a un intento de Rusia por proteger información estratégica y mantener cierta influencia en el futuro político de Siria.
La incertidumbre sobre el futuro de Siria es alta, con una combinación de grupos rebeldes y actores internacionales disputando el control del país. La salida de Assad también pone en evidencia la fragilidad de los regímenes autoritarios frente a levantamientos populares, a pesar del apoyo externo.
Bashar Al-Assad se encuentra asilado en Rusia tras ser derrocado por las fuerzas rebeldes en Siria. Rusia le concedió asilo por razones humanitarias después de que la oposición armada tomara la capital, Damasco, lo que marcó el fin de su régimen y de casi seis décadas de dictadura de la familia Assad en el país.
La caída del régimen de Assad representa un duro golpe para sus aliados, especialmente Cuba, Irán y Rusia. Estos países sostuvieron al gobierno sirio tanto diplomática como militarmente durante años. Cuba, en particular, pierde un aliado crucial para su política exterior, lo que podría agravar su aislamiento internacional. Rusia e Irán ven comprometida su influencia estratégica en Medio Oriente.
Las bases militares rusas en Siria, como la base aérea de Hmeimim y la instalación naval de Tartous, son estratégicamente importantes para Moscú. A pesar de la caída de Assad, los líderes de la oposición siria han acordado garantizar la seguridad de estas instalaciones, lo cual es crucial para que Rusia mantenga su influencia en la región a pesar del cambio de régimen.
La caída de Bashar Al-Assad abre un nuevo capítulo en Siria, donde se espera una transición política inclusiva y pacífica. Sin embargo, la incertidumbre es alta, con varios grupos rebeldes y actores internacionales disputando el control del país. Este cambio podría alterar el equilibrio de poder en la región y requiere esfuerzos diplomáticos para evitar un caos similar al ocurrido en otros países tras derrocamientos de regímenes autoritarios.
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