Foto de Martí Noticias
La recuperación en El Cobre, en Santiago de Cuba, avanza con lentitud y bajo fuertes críticas vecinales, tras la devastación ocasionada por el huracán Melissa. La reconstrucción comunitaria es precaria, los servicios básicos como electricidad y agua siguen siendo intermitentes y los esfuerzos gubernamentales resultan, según los residentes, insuficientes y condicionados políticamente.
“Todo parece indicar que la ayuda también tiene un matiz político”, declaró a Martí Noticias Ángel Martínez, vecino del poblado. La zona fue arrasada: autoridades locales estiman que unas 6 000 viviendas quedaron destruidas o gravemente dañadas, dejando a miles de habitantes prácticamente sin nada.
Martínez aseguró que el gobierno apenas ha brindado asistencia. Según dijo, solo se entregaron colchones a un grupo reducido de personas que, a juicio de los funcionarios, eran “vulnerables”. Sin embargo, para los vecinos, la selección respondió a criterios de lealtad al régimen. La mayoría está reconstruyendo sus casas con materiales recuperados entre los escombros. “Tengo un vecino con la mitad de la casa destruida. Su mamá y él duermen en un cuartico armado con un techito porque nadie les ha dado ayuda”, relató.
Las comunicaciones fueron restablecidas y el servicio eléctrico volvió a su “normalidad” previa al ciclón: apagones prolongados con pocas horas de servicio. El poblado pasó 26 días sin electricidad, lo que obligó a muchos a hacer largas colas en lugares como la emisora CMKC, el hospital Ambrosio Grillo o la iglesia para cargar sus teléfonos. Otros residentes con plantas eléctricas llegaron a cobrar entre 100 y 200 pesos por cargar un móvil o una lámpara.
En materia de alimentos, algunas mipymes repartieron comida una o dos veces, pero en la bodega estatal la ayuda ha sido casi simbólica: “Una latica vencida de sardina y dos libras de arroz”, dijo el entrevistado. En los primeros días tras el huracán, la iglesia local asistió solo a sus feligreses, pero luego amplió su apoyo a toda la comunidad, canalizando donaciones y coordinando brigadas de voluntarios junto a diócesis extranjeras, como la de Miami.
El propio complejo religioso sufrió daños severos: roturas en la mitad de los vitrales, puertas y ventanas destruidas, y afectaciones en la casa parroquial y la Casa de la Madre. Especialistas de la UNESCO realizaron una visita técnica para evaluar las afectaciones y definir prioridades de restauración en esta zona, considerada de alto valor histórico y cultural.
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